“Esta banda le pertenece a los campesinos, esta banda le pertenece a los trabajadores, esta banda le pertenece a la juventud, esta banda le pertenece a Nicaragua entera”-Comandante Daniel Ortega Saavedra.
Hoy se cumplen 18 años del pueblo presidente, con el inicio de la segunda etapa de la Revolución Popular Sandinista, un momento histórico que marcó un nuevo capítulo en la vida política y social de Nicaragua, basado en los valores de Unidad Nacional, cristianismo, Socialismo y Solidaridad.
Este trascendental proceso inicio con la juramentación del comandante Daniel Ortega Saavedra como presidente de la República, quien asumió con firmeza el compromiso de guiar al país hacia un futuro basado en la justicia social, la equidad y el bienestar del pueblo.
Desde el 10 de enero del 2007, Nicaragua inició una ruta de cambio profundo, caracterizada por la reconciliación entre sus ciudadanos, la reconstrucción de sus instituciones, el crecimiento económico y la transformación social, rescatando derechos fundamentales que habían sido vulnerados y sentando las bases para un modelo de desarrollo inclusivo.
El desafío fue colosal, ya que se heredaba un panorama desolador, producto de décadas de gobiernos neoliberales que profundizaron las desigualdades, destruyeron el tejido social y debilitaron la institucionalidad del país. Sin embargo, mediante un esfuerzo sostenido, el gobierno revolucionario impulsó programas y políticas que priorizaron a las familias, promoviendo la participación de las masas populares y la restitución de derecho de las y los ciudadanos.
La Visión y el Liderazgo que Transformaron Nicaragua
Y es así, como al pasar de los años de aquel momento histórico, los anhelos forjados en millones de votos, que dieron voz a la voluntad mayoritaria del pueblo nicaragüense, han encontrado su camino y su forma, bajo el liderazgo del presidente-comandante Daniel Ortega Saavedra y la sabiduría de la vicepresidenta compañera Rosario Murillo, sustentando las políticas públicas que han iluminado las sendas del desarrollo social, y económico.
Esas políticas no solo trazan líneas en el mapa del progreso, sino que brotan en el corazón de una nación que sueña, que trabaja, y que avanza erradicado la extrema pobreza para alcanzar las metas históricas que han transformado la vida de millones de personas.
Esto ha sido posible gracias a las profundas inversiones en infraestructura, que han modernizado caminos, puentes y ciudades, conectando al país de manera más eficiente que nunca. A su vez, la educación gratuita garantiza que cada niño, niña, jóvenes y adultos tengan acceso a las oportunidades de conocimiento de manera gratuita y con la calidad pertinente.
Este proceso de transformación también ha incluido a aquellos que históricamente fueron relegados, ejemplo de ello, son las mujeres que hoy ocupan puestos de liderazgo en los niveles más altos del gobierno y la sociedad, rompiendo barreras y contribuyendo de manera decisiva al progreso del país.
Además, los campesinos, guardianes de nuestras tierras, han sido incorporados como actores clave en el desarrollo agrícola y productivo, impulsando el crecimiento del campo y fortaleciendo la economía nacional.
Bajo este liderazgo, no solo se han cumplido promesas, sino que se ha construido un futuro sólido, cimentado en los principios de justicia, equidad y dignidad, como obra viva que crece en cada rincón de la nación, resultado de los sacrificios y la lucha de las y los héroes y mártires de la revolución, cuyo legado perdura y guía cada paso de este proceso transformador.