Enmanuel Mongalo Y Rubio un cultivador de mentes

En honor al héroe nacional Enmanuel Mongalo y Rubio en el día del maestro nicaragüense

Maestro, dícese de una persona que enseña o forma, especialmente aquella de la que se reciben enseñanzas muy valiosas.

Nicaragua tiene muchos hijos que la amen, héroes valiosos en todos los sentidos, ciudadanos con patriotismo arraigado, e ideal de soberanía bien puesta como sombrero y guía que apunta hacia un sol de victoria, la victoria de ver a nuestro pueblo libre, así lo demostró en aquella primera batalla de Rivas el 29 de junio de 1855 contra los democráticos de Castellón y los filibusteros de William Walker en la Guerra Civil en la que se enfrentó a los bandos legitimista y democrático, un hito en las historia Enmanuel Mongalo y Rubio. 

Nacido en cuna honesta y bien acreditada entre los miembros de la sociedad rivense, siempre demostró tener hambre de conocimiento, espíritu delicado y soñador, crece Mongalo y su deseo de educarse en una labor civilizadora de hombres como es el magisterio.

Su sueño era poder educar a niños y niñas de todas las comunidades, porque entonces existía un sistema de aprendizaje limitado en nuestro país, ya que la virtud y el derecho de crecer en conocimiento no era una prioridad para quien gobernaba.

Por ese entonces, el Istmo de Rivas estaba animado por el ir y venir de norteamericanos y europeos que de las costas del Atlántico se trasladaban a California y Mongalo se sintió también atraído y se marchó a San Francisco.

Y fue en medio de su noble misión educadora, que se sorprende al ver desembarcar a contingente de filibusteros en la bahía de San Juan del sur que amenazaban con su presencia a Rivas y ante su llegada súbita da la voz de alarma y alerta por que el los conocía, sabía que eran violentos mineros, ágiles jinetes, expertos rifleros y grandes bebedores.

Este escenario despertó un sentimiento que fue el causante que Mongalo presentara una voluntad firme de resistir hasta la muerte antes de pasar al dominio de tan despiadados conquistadores. Y así que con actitud preponderante, el joven maestro de escuela logra que los hombres de todas las condiciones sociales se presenten voluntarios a empuñar las armas con decisión inquebrantable.

Los invasores salieron  de San Juan del Sur y avanzan. Los filibusteros se apoderan de la casa de Don Máximo Espinoza, que se convierte en verdadera fortaleza, donde se parapetan y comienzan a disparar con mortíferos efectos.

Urge una decisión pronta y enérgica para evitar la carnicería que hacen desde la improvisada fortaleza. Los jefes de las tropas nicaragüenses deciden incendiar el edificio, arriesgadísima tarea que sólo puede ser llevada a cabo por voluntarios heroicos. 

El momento es angustioso, impresionante y grave. Entonces Enmanuel Mongalo se presenta. El soñador, el joven soñador, el joven maestro de escuela desafiará al destino. Marchó paso a paso, erguido, firme, con la tranquilidad de un espíritu recto, corrió con una tea encendida hacia la casona de don Máximo Espinosa, donde estaban resguardados los filibusteros. Después de la derrota filibustera, a causa del incendio que provocó con su acción heroica, rehusó recibir la recompensa monetaria que el jefe legitimista había ofrecido.

Y allí la lumbre se convirtió en llamaradas que se enroscaron en el hoy histórico Mesón y lo hacían quejarse.

El Fuego escribía con caracteres infernales en el techo que cobijaba a los bucaneros y les decía con lengua enfurecida y les gritaba con voz de patriotismo que Nicaragua no teme, mientras tenga a sus hijos que la defiendan.

Las llamas eran serpientes dantescas que causaron extraños delirios, visiones de horror a los que juzgaron muy fácil apoderarse de hombres para quiénes a pesar de su juventud, no representaba mucha la existencia al oír el grito de la Patria amenazada.

Vivieron sus compañeros momentos de angustia y de incertidumbre, pensando que allí se detuviera para siempre aquel corazón que cantaba en medio del desastre y reía en medio de los gritos desesperados de los usurpadores y les mostraba, como escudo para la Patria, la rosa viva de su corazón. Los filibusteros con grandes pérdidas, abandonaron todo; el miedo se apodera de ellos y huyendo a través de las calles, plana de heridos y muertos, se retiran desordenadamente de Rivas. 

Se había ganado la primera batalla a los invasores. Era el 29 de junio de 1855.

Murió el 01 de febrero de 1872 y sus restos reposaron durante muchos años en la Iglesia La Merced de Granada, habiendo sido exhumados y trasladados simbólicamente a la ciudad de Rivas el 29 de junio de 1970, porque la tumba contenía únicamente sus cenizas las cuales fueron colocadas al pie de un monumento erigido en su memoria, en la calle Mongalo.

Celebremos juntos el día del maestro nicaragüense recordando la historia en el 168 aniversario de la gesta heroica del cultivador de mentes Enmanuel Mongalo y Rubio.